Hay eventos que no necesitan grandes discursos. Solo detenerse un instante y mirar: los rostros atentos, los silencios compartidos, los colores que hablan por sí solos.
Así fue el jueves en el 81º de Varsovia, donde inauguramos una exposición distinta, cercana, tecnológica y profundamente humana.
La artista Aida Cortez nos invitó a mirar el teléfono no como una barrera, sino como un puente.
Nos mostró que el arte también habita en lo cotidiano: en la pantalla, en el gesto rápido de una foto, en la memoria que se guarda sin marco, esperando ser revelada.
Sus obras, nacidas desde lo digital pero atravesadas por la emoción humana, nos hablaron de intimidad, de color, de forma, de historia personal.
La música en vivo de Beatriz Blanco tejió el hilo invisible entre tradición y modernidad, trayendo los sonidos de América Latina al corazón de Varsovia, como si cada nota dijera: “estamos aquí, somos parte, también habitamos esta ciudad”.
Gracias a todos los que asistieron, a quienes llegaron por curiosidad y se fueron con preguntas nuevas, a quienes escucharon, preguntaron, sintieron.
Y gracias, especialmente, a la artista, por compartir no solo su obra, sino su mirada.
Este fue más que un evento: fue un encuentro.
Y lo que viene —el taller, las nuevas creaciones— será otra forma de seguir mirando, de crear desde lo íntimo, de entender que el arte no siempre cuelga en galerías:
🖼️ a veces se guarda en la galería de tu celular, esperando que alguien lo vea con otros ojos.

















